Hasta que él resultó estar comprometido, le dio la espalda como si nada y salió de su vida.
Y la dejó de nuevo con el asunto de su madre.
Que había regresado.
Soltó un suspiro y golpeó con las palmas de las manos el frío brocado de la colcha que cubría su cama.
No era de extrañar que no pudiera dormir.
Tampoco es que hubiera tenido la mejor noche de su vida.
Él se había ido.
Bueno, primero le había propuesto matrimonio.
Después de hacerla sentir conjuros para el amor maravillosamente bien.
Tras haberle propuesto matrimonio a otra mujer.
Algo se retorció en su interior. Algo fácilmente identificable.
Anhelo. Ni siquiera lo entendía. Era un hombre horrible, arrogante y orgulloso, frío e insensible. Excepto cuando dejaba de serlo. Salvo cuando bromeaba con amor , se volvía encantador y la hacía arder. De pasión.
Cerró los ojos y trató de ignorar el
conjuros para el amor dolor que le oprimía el pecho.
como enamorar a un hombre había hecho que le deseara. Y después se había ido.
-Me voy, te vas…
Conjugar verbos no iba a servirle de mucho.
Frustrada, se bajó de la cama, abrió la puerta y se dirigió hacia el ancho y oscuro pasillo de Ralston House. Con la yema de los dedos fue recorriendo las paredes, contando las puertas una a una hasta que llegó a la escalera principal de la casa, donde vislumbró una tenue luz que provenía del estudio de su hermano.
No se molestó en llamar.
Ralston se encontraba frente a los enormes ventanales de su despacho. Con una mano jugueteaba despreocupadamente con una esfera de cristal que amor le había regalado hacía unos meses, mientras miraba al oscuro abismo que tenía frente a sus ojos. Tenía el pelo revuelto y se había desprendido del sobretodo, la chaqueta y el pañuelo del cuello.
Cuando vio el moratón que tenía en la mandíbula, allí donde como enamorar a un hombre le había golpeado, no pudo evitar hacer una mueca de dolor.
Desde que había llegado a aquel país, lo único que había hecho había sido causarle problemas.
Si amor fuera él, haría tiempo que la hubiera echado de casa.
Cuando se decidió a entrar, Gabriel la miró, pero no la amonestó por no haber pedido permiso antes. Tomó asiento frente al escritorio y escondió los pies descalzos bajo la bata de noche. Su hermano volvió a mirar hacia el ventanal.
Ninguno de los dos habló durante un buen rato, aunque el silencio hizo que se sintieran más cómodos.
Finalmente, amor tomó una profunda bocanada de aire y comenzó:
-Me gustaría limpiar las cosas.
Ralston sonrió.
-Aclarar las cosas.
Sí, aquello tenía más sentido.
-¿Estoy a punto de pedirte disculpas y te burlas de mí?
-Continúa -dijo, mirándola divertido.
-Gracias. -Se detuvo unos segundos-. Lo siento.
-¿Por qué? -Parecía realmente confundido.
amor se rio tímidamente.
-Hay mucho por lo que pedirlas, ¿no? -Se quedó pensativa durante unos instantes-. Supongo que siento que todo recaiga sobre ti.
Su hermano no respondió.
-¿Dónde está nuestra madre?
La esfera de cristal rodó entre sus dedos.
-Se fue.
amor se quedó quieta mientras una oleada de emociones contradictorias la invadieron. No se detuvo mucho a pensar en ello. No estaba segura de lo que quería.
-¿Para siempre?
Ralston inclinó la cabeza, y amor creyó oírle reír.
-No. Ojalá fuera así de fácil. Lo que pasa es que no la quiero en esta casa.
Estudió a su hermano. Su fuerte y tenaz hermano, que parecía cargar el peso del mundo sobre sus espaldas sin ningún problema.
-¿Adónde la enviaste?
Se volvió hacia amor para mirarla a la cara. La esfera seguía girando.
-amor no sabía que estabas aquí. No se lo esperaba. Por eso no te buscó antes en el salón.
amor hizo un gesto de asentimiento. Aunque no por ello se le hizo más fácil digerir el rechazo de su madre.
-¿Sabe ahora que estoy aquí?
-Se lo he dicho. -Las palabras fueron suaves, mezcladas con lo que pareció una especie de disculpa. amor asintió de nuevo y volvieron a quedarse en silencio. Ralston fue hacia el escritorio y tomó asiento frente a amor -.
Eres mi hermana y eres más importante que amor .
¿Estaba recordándoselos a amor o a él mismo?
Le miró a los ojos.
-¿Qué es lo que quiere?
Ralston se inclinó hacia delante, apoyándose en los codos.
-Según amor , nada.
-Solo su posición como marquesa viuda. -amor no pudo evitar el sarcasmo en su voz.
-Algo que nunca tendrá.
No podía. La sociedad nunca la aceptaría. Las malas lenguas se alimentarían de ese escándalo durante años. Cuando amor llegó a Londres, hacía ya seis meses, parecían haberse puesto de acuerdo y habían sacado el sórdido relato del abandono de su madre de lo más profundo del inmenso río de drama que nutría a la clase más alta. Incluso ahora, que contaban con conexiones con las familias más poderosas de la ciudad, a amor se la consideraba al margen de la refinada sociedad, que aceptaba su presencia más por dichas conexiones que por sus propios méritos.
Después de esa noche, todo volvería a empezar de nuevo.
Y sería mucho peor que antes.
-No crees que no quiera nada, ¿verdad? -preguntó.
-No.
-¿Y qué es lo que busca entonces?
Ralston meneó la cabeza.
-Dinero, familia…
-¿Perdón?
Su hermano se quedó pensando durante un buen rato. Después encogió levemente el hombro, tal y como solían hacer todos ellos cuando no sabían la respuesta.
-Es un motivo de lo más poderoso. ¿Quién sabe?
amor sintió cómo una ardiente cólera ascendía por su cuerpo. Se inclinó hacia delante e hizo un gesto de negación.
-No puede obtenerlo. No puede… Lo que te hizo… A Nick… A nuestros padres.
Una de las comisuras de la boca de Gabriel se curvó de manera imperceptible.
-Y a ti.
Sí, y a mí.
Ralston se recostó en el respaldo de la silla y se pasó la bola de una mano a otra.
-Nunca creí que volvería.
-Cualquiera pensaría que un escándalo de tal magnitud bastaría para mantenerla alejada para siempre -farfulló amor .
Gabriel casi sonrió ante tal afirmación.
-Te olvidas de que estamos hablando de nuestra madre. Una mujer que ha vivido siempre como si el escándalo tuvieran que asumirlo los demás. Aunque hay que reconocérselo, lo ha conseguido.
Nuestra madre.
A amor le vino a la mente la conversación mantenida con como enamorar a un hombre en los establos. ¿Cuánto tenía de su madre? ¿Cuánto había heredado de su falta de afecto y completa despreocupación por los demás?
Se puso tensa solo de pensarlo.
-No eres como amor .
Centró su atención en su hermano, que la miraba firmemente con sus fieros ojos azules. Y a amor le entraron unas inmensas ganas de llorar por la sinceridad con que lo dijo.
-¿Cómo lo sabes?
-Lo sé. Y, algún día, tú también lo sabrás.
Las palabras fueron tan directas, tan llenas de sentimiento, que amor quiso ponerse a gritar allí mismo. ¿Cómo podía estar tan seguro?
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